En diciembre de 2011, en el departamento del Petén, región fronteriza con México, fueron asesinados y decapitados 27 trabajadores de una finca. Los responsables hacían parte del cartel mexicano los Zetas que cada año adquieren más poder en Centroamérica, incrementando los ya altos índices de homicidios en la región. Una de las imágenes más viscerales de esta masacre, documentada por la policía, y subidas a internet, fueron los cuerpos descuartizados de las víctimas y de las cabezas esparcidas en el terreno de la finca, paradójicamente llamada finca "Los cocos". Para poder narrar esta trágica historia, el director de la película encargó a estos dos artistas que idearan una manera de diseñar la escenografía en donde se representaran los cuerpos descuartizados y otros elementos del guión.
Basados en los testimonios de sobrevivientes, y en el levantamiento policial, los artistas optaron pon un recurso sencillo, pero a la vez absurdo e inconscientemente perverso. Rodríguez y Mármol diseñaron un set donde los cuerpos decapitados fueron pintados por ellos mismos sobre maderas y a escala humana. La técnica escogida hacía que el lente de la cámara de cine captara una relación siniestra entre los actores vivos y los retablos de pedazos de cuerpos. A su vez, la estrategia surreal de esta técnica low-tech, desafiaba el efectismo de la producción digital, asumiendo las limitaciones económicas en la realización de cine.
Texto por Inti Guerrero
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