8.3.14

OJALÁ EL SOL ME ESCONDA en Teor/ética

El proyecto del los artistas Andrea Mármol (Guatemala, 1988) y Alberto Rodríguez,  (Guatemala, 1985), gira en torno a una particular forma de operar en el diseño de escenografía. En los últimos dos años ambos artistas han venido trabajando junto con el destacado director de cine Julio Hernández (Guatemala/Estados Unidos, 1975), en  la escenografía de su película "Ojalá el sol me esconda". El film cuenta la historia de Héctor, un joven quiché originario de Totonicapán, líder de una banda de Punk. Un día,  de camino a la aldea a visitar a su hermana Andrea, Héctor se entera de que una narco-avioneta se ha estrellado no muy lejos de su casa. Los dos hermanos deciden ir a ver, y entre los escombros de la aeronave encuentran varios kilos de cocaína. Esta historia ficticia de dos jóvenes punks-indígenas en el desierto, es el punto inicial de la película cuyo tema central gira en torno a un evento real: “la masacre de la finca de los cocos”, uno los acontecimientos más macabros en la historia reciente de Guatemala.

En diciembre de 2011, en el departamento del Petén, región fronteriza con México, fueron asesinados y decapitados 27 trabajadores de una finca. Los responsables hacían parte del cartel mexicano los Zetas que cada año adquieren más poder en Centroamérica, incrementando los ya altos índices de homicidios en la región. Una de las imágenes más viscerales de esta masacre, documentada por la policía, y subidas a internet, fueron los cuerpos descuartizados de las víctimas y de las cabezas esparcidas en el terreno de la finca, paradójicamente llamada finca "Los cocos". Para poder narrar esta trágica historia, el director de la película encargó a estos dos artistas que idearan una manera de diseñar la escenografía en donde se representaran los cuerpos descuartizados y otros elementos del guión.

Basados en los testimonios de sobrevivientes, y en el levantamiento policial, los artistas optaron pon un recurso sencillo, pero a la vez absurdo e inconscientemente perverso. Rodríguez y Mármol diseñaron un set donde los cuerpos decapitados fueron pintados por ellos mismos sobre maderas y a escala humana. La técnica escogida hacía que el lente de la cámara de cine captara una relación siniestra entre los actores vivos y los retablos de pedazos de cuerpos. A su vez, la estrategia surreal de esta técnica low-tech, desafiaba el efectismo de la producción digital, asumiendo las limitaciones económicas en la realización de cine.

Texto por Inti Guerrero